La educación financiera nos facilita desarrollar habilidades que sean útiles en el día a día: presupuestar los gastos, identificar la tarjeta de crédito más barata, saber que seguros contratar, contar con un ahorro, para enfrentar imprevistos y preparar nuestro retiro, entre otras situaciones.El consumo inteligente tiene que ver con razonar nuestras decisiones antes de comprar. Hay que comparar calidad y precio. La calidad es una característica muy importante que debemos tomar en cuenta. Ser un consumidor inteligente no significa comprar siempre lo más barato, sino revisar cuál producto o servicio, con relación a su precio, nos va a ser más útil o durar por más tiempo. El consumidor inteligente ahorra en lo que compra y no gasta de más en servicios.
Es de suma importancia crear conciencia de que ahorrar e invertir permite enfrentar situaciones inesperadas y hacer crecer el patrimonio. Ahorrar es guardar una parte de nuestros ingresos para utilizarla más adelante por lo que se cuenta con dos tipos de ahorros:
AHORRO FORMAL
Guardar nuestro ahorro debajo del colchón, en una alcancía o en una tanda. De esa forma nuestro dinero se puede perder o alguien se lo puede llevar.
AHORRO INFORMAL
Guardar nuestro dinero en instituciones autorizadas por el gobierno. Por ejemplo: los Bancos. Al abrir la cuenta, en la mayoría de los casos el Banco nos entrega una tarjeta de débito que nos permite pagar en muchos establecimientos y retirar dinero en los cajeros automáticos. Además, la mayoría de las cuentas de ahorro cuentan con un seguro de depósito, en el caso de los bancos respaldados por el Instituto para la Protección al Ahorro Bancario (IPAB) que protege el dinero de los ahorradores; y en el caso de las SOCAPS y las SOFIPOS, los ahorros están respaldados por un Fondo de Protección (FOCOOP).
La inflación afecta nuestros ahorros; por eso cuando ahorramos debemos buscar intereses por arriba de la inflación, o invertir en un negocio que haga crecer nuestro dinero por encima de lo que crecen los precios.
Ahora bien, el crédito es una cantidad de dinero que recibimos con la obligación de pagarla en un plazo determinado, más una cantidad adicional por concepto de intereses. Se trata de una herramienta que nos permite adquirir bienes y servicios, algunos de los cuales no podríamos adquirir en poco tiempo sin un crédito. Los créditos también pueden meternos en problemas si somos irresponsables con su uso, si adquirimos créditos que no podemos pagar, o si no pagamos a tiempo, nuestras finanzas se verán afectadas y nos cerraremos las puertas para obtener nuevos
créditos en el futuro.Antes de solicitar un crédito, debemos evaluar si podemos pagarlo. Para eso necesitamos saber qué parte de nuestros ingresos podemos destinar al pago del crédito, es decir, nuestra capacidad de pago. Para conocer nuestra capacidad de pago debemos restar nuestros gastos a nuestros ingresos, incluyendo las cantidades destinadas a pagar otras deudas y al ahorro. Lo que nos
quede será la cantidad máxima que podemos destinar al pago de nuevas deudas, sin riesgo de incumplir con los pagos.
El precio de un crédito es la tasa de interés. Cuanto más alta sea, más caro será el crédito. La forma en que pagamos nuestros créditos queda registrada: si lo hacemos puntualmente, nos retrasamos o no pagamos. A ese registro se le conoce como historial crediticio, si es bueno nos abrirá las puertas a futuros créditos; en cambio, un mal historial nos cerrará las puertas, pues nadie presta a quien no paga.
Los beneficios que ofrece la educación financiera son considerables, tanto para la economía de cada individuo como para la economía nacional. En el plano individual, la educación financiera contribuye a mejorar las condiciones de vida de las personas, ya que proporciona herramientas para la toma de decisiones relativas a la planeación para el futuro y a la administración de los recursos, así como información pertinente y clara que da lugar a un mayor y mejor uso de los productos y servicios financieros. Así, los usuarios con mayores niveles de educación financiera tienden a ahorrar más, lo que normalmente se traduce en mayores niveles de inversión y crecimiento de la economía en su conjunto.
Adicionalmente, la educación financiera, más allá de contribuir a mejorar el desempeño de las instituciones debido a una clientela más responsable e informada, puede generar un intercambio de información de mayor calidad entre las instituciones financieras y sus clientes. Gracias a la educación financiera los usuarios demandan servicios adecuados a sus necesidades y los intermediarios financieros tienen un mejor conocimiento de las necesidades de los usuarios, lo que da lugar a una mayor oferta de productos y servicios financieros novedosos, aumentando la competitividad e innovación en el sistema financiero.